Guerras, pandemias y la falible memoria colectiva


Si le preguntásemos a mucha gente cuáles fueron las mayores catástrofes humanitarias de los últimos 100 años, es muy probable que un gran porcentaje responda que la mayor fue la Segunda Guerra Mundial, seguida de la Primera Guerra Mundial.


guerra

Durante la Segunda Guerra murieron alrededor de 50 millones de personas y 17 millones en la Primera Guerra. Pero hubo otra catástrofe que pocas veces se menciona: la pandemia de gripe de 1918 – 1920. Más conocida como la "gripe española", que se cree que pudo llegar a matar a cerca de 100 millones de personas.
¿Por qué este hecho ha caído en el olvido colectivo o al menos no tiene el impacto de las guerras?

Ciertamente, "gripe española" es un término confuso, que se debió a que las naciones en conflicto de la Primera Guerra censuraron las noticias referentes a esta pandemia para no diezmar la moral, cosa que no hizo España, ya que no participó en la contienda. Por tanto, las primeras víctimas que los grandes medios europeos informaron eran españolas. Es por ello que en un primer momento se creyó que la epidemia tenía su origen la península ibérica.

Las razones de que esta calamidad ha sido tan a menudo pasada por alto tienen que ver con la naturaleza del recuerdo colectivo, o mejor dicho, del olvido. Y nos muestra como la memoria colectiva, al igual que la memoria individual, es sorprendentemente falible.


Estructuras narrativas

Hace unos años, el antropólogo de la Universidad de Washington, James Wertsch, observó que los recuerdos colectivos tienden a seguir una estructura narrativa simple, que tiene un principio, un desarrollo y un fin. Las guerras se ajustan muy bien a este patrón.
Por ejemplo, una encuesta de 2014 mostró que los recuerdos de los estadounidenses referentes a la Segunda Guerra se construyen en torno a tres grandes eventos: el bombardeo a Pearl Harbour, el Día D (desembarco aliado en Francia), y el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, es decir, comienzo, punto de inflexión y fin. Otros eventos de esta guerra, o bien fueron relegados o se fusionaron con éstos.

En cambio, las pandemias carecen de una estructura de este tipo. Por ejemplo, en algunos lugares la gripe española había finalizado en tan sólo seis semanas, por tanto, no hubo tiempo para que se desarrolle un relato. Otro punto importante es que los recuerdos colectivos tienden a resaltar elementos heroicos o míticos, y no hay vencedores en una pandemia. Tampoco hay figuras de alto perfil, de manera que la gente recuerde ciertos episodios a través de ellos.


Sin embargo, los intentos de omisiones colectivas no siempre inducen a olvidar, los armenios que viven en Turquía todavía recuerdan el genocidio de la década de 1910, a pesar de que la ley turca restringe el debate público sobre aquel episodio. Algo similar ocurrió en la Lituania ocupada por la Unión Soviética. En estos casos, muchas veces ocurre que los recuerdos reprimidos políticamente se transforman, per se, en un poderoso motivo para no olvidar.

También sería bueno recordar que en 1920 hubo una influyente corriente cuyo interés era borrar los recuerdos de la gripe española. Ni médicos ni científicos pudieron detener esta peste (básicamente porque no sabían que la influenza era causada por un virus), junto con los políticos que tampoco tenían nada para ofrecer. En estos círculos, muchos llegaron a ver la pandemia como una derrota humillante.
Alguna vez el historiador alemán Wilfried Witte escribió, "los políticos no tenían ningún interés en construir monumentos a la gripe, sin embargo, los monumentos a las guerras mundiales abundan, tanto de hormigón como psicológicos, a pesar de ello, no fueron la mayor catástrofe del siglo XX. En este caso, el olvido inducido ha sido muy eficaz, al menos hasta ahora".



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